jueves, 6 de agosto de 2009

Discurso: Fundación de Guayaquil

“Guayaquil, Guayaquil, Pórtico de Oro.
Que a la diestra del Guayas te levantas,
Tienes el alma del cristal sonoro,
con que vibras en todas las gargantas”

>vocativos<

Hablar de la historia de la Santiago de Guayaquil, es hablar de la historia misma del nacimiento del Ecuador; es hablar de los hombres y mujeres valerosos, de carácter pujante, dinámicos y emprendedores. De una ciudad cosmopolita, combativa e impetuosa; el dínamo de la nación y el alma de la Patria.

Las crónicas de indias ya mencionaban a un pueblo atrevido e indomable que se asentaba a orillas del majestuoso Guayas. Un pueblo temerario y resuelto a defender con su vida la heredad territorial de sus ancestros. Nos referimos al libérrimo pueblo Huancavilca, pacífico por naturaleza siempre y cuando no se mancille su honra y la del pedazo de tierra que los vio nacer. Por este motivo, los conquistadores españoles se vieron obligados a realizar varios intentos frustrados de asentamientos y colonización. La ambición española siempre fue reprimida con sudor, lágrimas y sangre de nuestros heroicos antepasados.
De esta manera, el 25 de Julio de 1538 a la vera de un pueblo indígena llamado "Guayaquile" nace definitivamente Santiago de Guayaquil. A partir de entonces, luego de 13 años de beligerancia que parecían no tener final, cesan las luchas que un puñado de hombres sostuvo por aferrarse a su río como promesa de vida, movilidad y progreso.
Para el año de 1542, Guayaquil descansa majestuosa en las faldas del Cerro Santa Ana, iniciando un proceso de crecimiento sostenido, con breves intervalos, provocados por incendios, brotes de pestes o ataques de piratas.
Sin embargo el férreo e invencible carácter de sus habitantes, herencia innegable del pueblo Huancavilca, jamás permitió que su voluntad incólume se doblegue ante las adversidades. Más bien, luego de cada siniestro, epidemia o embate de los bárbaros, Guayaquil siempre renació como el ave fénix, de sus cenizas al rescate de la Patria.
Por esa época Guayaquil era ya una pujante ciudad y gozaba de gran fama y poder económico no sólo por su comercio sino por sus astilleros, los más importantes de la costa del Pacífico, en los que desde 1557 se habían construido las primeras embarcaciones.
Muestra de la extraordinaria capacidad de sus constructores fue el vapor Guayas, que adorna nuestro glorioso Escudo de armas.
La Revolución de 1820 convirtió a Guayaquil en la primera ciudad de nuestra patria que fue realmente libre e independiente.
En efecto, proclamada su independencia no volvió a caer jamás, en manos de los españoles ni de protervos improvisados odiadores gratuitos de la ciudad. Hijos insignes de Guayaquil fueron Don José Joaquín Olmedo, José de Antepara, Antonio Elizalde, Lorenzo de Garaicoa, Diego Noboa, Vicente Ramón Roca, José de Villamil, Carlos Julio Arosemena, Jaime Roldós Aguilera, Hugo Ortíz Garcés y cientos y cientos de compatriotas que relievaron la legendaria frase:

“Guayaquil por Guayaquil y Guayaquil por la Patria”


Señoras y señores.

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